Friday, April 11, 2008

El fallo sobre la pildora del dia despues


El problema del fallo del Tribunal Constitucional chileno sobre la píldora del día después no reside tanto en su contenido jurídico, como en su significado político y social. La existencia de un fallo de esa naturaleza significa que, en materias tan sensibles, y en último término personales, mientras nuestra sociedad avanza cada vez más hacia la diversificación de las creencias religiosas y espirituales de cualquier tipo -aún en medio de su pequeñez y dificultades habituales-, la última palabra la siguen teniendo un grupo de personas que, lejos de representar la diversidad social de nuestro país, representan una "elite" social y religiosa determinada.


Sabido es, al respecto, que casi todos los académicos que conforman ese Tribunal son de convicciones católicas conservadoras y que, en ese sentido, como es tan común en nuestro país, el Tribunal tiende a auto-regenerarse con personas de las mismas creencias, incluyendo en eso aún al personal subalterno que trabaja con ellos. Que todos esos jueces trabajan o trabajaron en Universidades tales como la Pontificia Universidad Católica de Chile, la Universidad de Los Andes, etc. ¿Da garantías de pluralidad un Tribunal de esas características, para personas que no comparten esas orientaciones espirituales?


Mi dolor personal al respecto es que, como en tantas otras cosas, si al menos estos "Católicos" fueran en verdad consecuentes con su fe -dado que el motivo declarado del fallo es "proteger la vida", una frase que se encuentra en muchas encíclicas y documentos pontificios y católicos en general-, el mencionado Tribunal daría plenas garantías a moros y cristianos de su imparcialidad y objetividad.


Pero me produce una gran duda la siguiente circunstancia: gente como ésta, de la misma clase, que defiende con tanto ardor "la vida" a secas, apoyó por acción u omisión las brutalidades de la dictadura militar. Al menos 3.000 personas perdieron su vida, sin que estos "defensores" dijeran "esta boca es mía".


Pero otra incongruencia, peor que la anterior -porque es coetánea a nuestro tiempo- es que estos mismos "defensores de la vida" no están dispuestos, al mismo tiempo, a pagar las medidas necesarias para acoger la vida que ellos mismos dicen defender, que usualmente inciden en el "día antes". Privan a la pobladora de la pastilla del día después, pero no pagarán mejores sueldos a sus nana ni a su jardinero -que son los pobladores que se atienden en el servicio público de salud- para que éstos, a su vez, puedan financiar la ampliación de sus propias familias; ni apoyaran reformas legales que suban el sueldo mínimo , ni reformas fiscales que, mediante el alza de impuestos, permitan financiar políticas públicas de envergadura o mejoren el sistema social y de seguridad. Apoyarán con todas sus fuerzas a un sistema económico que obliga al padre y a la madre, de la clase media para abajo, a trabajar duramente todo el día -dejando a los niños solos en la casa- y que mantiene, en vez de eliminar la ancestral segregación de las personas en base a su origen social, apellido y color de piel. No permitirán que sus hijos se crucen ni en la escuela, ni en el consultorio, ni en la Universidad, con la gente de otras clases sociales.


Y por supuesto, estos defensores de la vida acapararán todas las atenciones de nuestra Santa Iglesia Católica, tan preocupada de agradar a los ricos en nuestra sociedad -es cosa de ver dónde están, en Chile, la mayoría de las catedrales, iglesias, seminarios, casas de retiro y principales colegios católicos...- Nunca falta el curita amigo de esta gente, mientras nuestras poblaciones, campos y valles languidecen -si no fuera por la piedad popular- de la predilecta atención que la iglesia chilena brinda a las clases pudientes.


Lo que demuestra que, en definitiva, los fundamentos del fallo no son religiosos, sino políticos, en el amplio sentido de la palabra. Reflejan no tanto determinada concepción religiosa -que, de ser así, necesariamente debería ser más congruente con los otros aspectos que hemos mencionado aquí- sino una determinada concepción ideológica de lo que debe ser la sociedad, la religión y la vida, lamentablemente compartida por el sector social más poderoso de nuestro país, y cohonestada por la iglesia católica. En este punto, irremisiblemente la "religión" termina siendo absorbida por la política.


La opción preferencial por los pobres, entonces, no ha pasado de ser poesía. Qué distinto sería el mundo si estos católicos, en vez de preocuparse de la norma, se preocuparan del amor y de la misericordia...


A lo mejor ni siquiera serían necesarias las pastillas del día después.


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